La toma de decisiones –sobre todo las de tipo afectivo– es algo que genera ansiedad, pues siempre nos amenaza el fantasma del fracaso. En nuestra cultura, el éxito está sobrevalorado y mal comprendido: una persona que por los resultados de su desempeño no se pueda definir exitosa es automáticamente fracasada. El miedo al fracaso nos genera apatía, inseguridad y también nos hace posponer la toma de decisiones.
La elección de carrera es una decisión importante que marca la vida de un joven y es por eso que la baja autoestima, la ansiedad y el miedo se entrelazan a tal punto de confundir a quienes tengan la posibilidad de seguir con los estudios que les permitan crear una profesión que definirá, día con día, año por año, su identidad social y laboral. Aunque parezca una decisión racional, es en realidad una “movida” existencial y, por ende, afectiva, ya que implica vernos a futuro tal como queremos.
¿Qué alternativas hay para promover una toma de decisión con menos ansiedad?
Por supuesto que es de fundamental importancia valorar las fortalezas y debilidades del sujeto con herramientas especiales (a través de un estudio vocacional) realizadas por expertos, como los que realiza el Instituto Mexicano de Orientación Vocacional y Profesional, pero la persona que va a elegir carrera también requiere de fortalecer su Yo a través de un breve tratamiento para reforzar su autoestima e inteligencia emocional. En un proceso terapéutico las personas aprenden a conocerse a sí mismas y llegan, por fin, a saber qué quieren en la vida; también comprenden que toda toma de decisión implica siempre algún riesgo y la posibilidad de cometer errores. No hay proceso exitoso sin riesgos o errores y una persona segura acepta estas posibilidades. Hay que empezar viendo al fracaso y a los errores, ya no como tragedias irremediables, sino como lecciones de vida que nos permiten crecer. Los errores son nuestros grandes maestros y con la práctica se aprende a combatir (Arte de la guerra), es decir, a tomar decisiones, a hacer las cosas bien, a conocer los hechos, a esperar lo peor, a aprovechar el momento y a hacerlo cada vez mejor.